Equinoccio

Le dio siete patadas al cubo de basura junto a la puerta del garaje; se sentó en el poyete que hacia veces de arriate para las margaritas violetas, y se limpió el sudor con la manga de su camiseta. Se alegró de no vivir en una de esas casas adosadas de la urbanización justo a dos calles de su casa. Eran del más feo estilo a la americana, donde si tienes visita, como si arreglas el jardín, ahí se ve todo lo que pasa.

Vaya nombre ridículo - “El recuerdo”-, pensò. El promotor de la obra debió decidir llamarlo así durante una mañana de resaca, o la noche de antes, después de haberse metido de todo -.

El timbre de la puerta le sorprendió, desparramado entre las margaritas, con una lágrima que caía lentísima en busca de las gotas de sudor de su sien izquierda. Era lo último que quería; una visita. Pero, -y si fuera ella –, se dijo, -y si hubiera cambiado de idea-.


Fiori di Roma
Lol@mento


La insistencia del Ring-ringgggg no dejaba dura. Quien fuera que fuese, sabía que él estaba en casa y hacía entender que no se iría por donde había venido, asì, sin más . El intruso ganó, y con un rápido frote de ojos se incorporó y tomó el estrecho camino de losas rugosas que bordeaban la casa. Serpenteándolas, se acercó de puntillas a la zona delantera, deseando que la persona se hubiera ido. - Ella habría utilizado sus llaves-, pensò. Si las hubiera dejado, él las habrìa visto... Pero un nuevo y largo Rinnnnnnng le hizo exclamar un sonoro y aliviador – ¡Jodeeeer, que ya voy! -

Delante del portón de hierro macizo, inspiró profundamente, se arregló la camiseta sobre el vaquero y abrió. Un grandullón rubio esperaba apoyado en un 4x4 gris metalizado, con las manos dentro de los bolsillos.

-      - Carlos tío, ¿dónde te habías metido?- exclamó al verlo
-      - ¡Déjame vale! No estoy de humor-, dijo dándose media vuelta y caminando hacia la casa.

El otro le siguió. Al tiempo que cerraba la puerta, trasteó en su móvil y pronto se le oyó hablar con alguien:

-      - Jorge, ya estoy con él… En su casa…pues no lo sé, está raro…No puedo, que Laura me va a matar si no llego a tiempo de recogerla al ginecólogo… Vale, ya le digo…Ciao

Cuando entró en la casa, encontró a Carlos sentado frente al televisor, tan apagado como el propio aparato, con la mirada perdida y un manojo de llaves en las manos. 

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