De amor y otras infidelidades




Amores rotos
lol@mento


Había pasado ya un año en Inglaterra, y aún no había hecho amigos. Se había esforzado, asistido a cursos del Council para mejorar su inglés; Y sin embargo, aún seguía con dificultad conversaciones o debates de importancia. Esto mismo la había llevado a una intimidad con su ordenador de la que su marido sentía celos.

No se había dado cuenta, pero hacia rato que un chico alto y con melena descuidada al otro lado de la barra la miraba sin parar. Hasta que el barman le sirvió, la que seria su quinta pinta, anunciándole que le invitaba aquel larguirucho,  no se dio cuenta de lo fuera de contexto que se encontraba. Ella sonrió agradecida y él se acercó.

 _  ¡Hola! Me llamo Borja

Ella soltó una carcajada. Había vivido un año por allí y la primera persona con la que finalmente socializa resulta ser española.

_ Yo Laura. Por cierto, evítame la explicación que porqué supiste que era española, pues te informo que hago lo que puedo con mi acento.

Sonó la campanada que anunciaba la última copa. El pub olía al vinagre de los Fish&chips mezclado con sudor. Algunos debían haber tenido un día duro a juzgar por la mancha de transpiración dibujada en sus camisas. La velada parecía tocar a su fin y Laura, achispada y ruidosa a estas alturas, se dijo que mejor acabarla con honores. Pidió una kilkenny para ella y una Guinness para Borja...

Con solo dos horas de charla parecía que se conocían desde siempre. Pensamiento automático de ella, utilizado como escusa para justificar lo que iba a hacer, después de haber pasado mucho tiempo sopesando la continuidad o no de su matrimonio... Esa noche se dijo que, si terminaba en la cama con Borja y sin sentir remordimiento por ello, solo significaría una cosa, no quería a James. Curiosamente, no se le pasó por la cabeza  el hecho de que el planteamiento en si de esa escena ya anunciaba un problema.

¿Qué cómo había llegado hasta aquí? Muy fácil.  Era una de esas noches de aburrimiento, sola… Había salido a dar una vuelta y encontrado aquel pub ambientado. Había pedido la primera de una tanda de Kilkennies para ahogar las ganas de llorar. Los ingleses, sin tener nada realmente en contra de ellos, no le habían demostrado mucho afecto; eso sí, eran más agradables cuando llevaban algunas pintas en vena. Estaba pues en el lugar indicado para encontrar algo de afecto. Y si, esa noche acabaron juntos en la cama king size de James y Nieves, a la mañana siguiente desayunaron juntos y hasta jugaron una hora a la PSP.

Para empezar, según contaba Laura, James, su marido, pasaba semanas fuera de casa. Era capitán de la marina de su Majestad Isabel II, como a él le gustaba presentarse. Un capitán precoz, que a sus 33 años se sentía comandante en su cabeza. La noche que se conocieron en Paris, los fuegos artificiales explotaban sobre la Torre Eiffel al tiempo que en sus estómagos. Se miraron, sonrieron, y compartieron varias botellas de vino barato que una banda desorganizada de indús bigotudos vendían en los Champs de Mars. Unos ocho meses más tarde se casaban en el ayuntamiento de Ávila. No se lanzó arroz al aire. Asistieron solo una treintena de amigos y familiares cercanos; veinte y pico españoles, y algunos ingleses. 

Laura dejo su trabajo en Paris para seguirle hasta la costa sur en UK donde estaba destinado James la mayor parte del tiempo.

Las tardes frente a la tele se multiplicaban, mientras que las salidas de fiesta se restaban. Todo ello, sumado al computo de semanas (tres exactamente) que él se ausentaba en misión cada dos meses, dieron  con el desencanto de Laura.
 Asì, dos crudos inviernos resistió el supuesto amor. Ella hubiera terminado antes con el cuento a lo Oficial y Caballero, pero todos a su alrededor le auguraban: _‘seréis felices y comeréis perdices” si eres paciente, porque, esas cosas pasan, las parejas viven altibajos querida...


Tenia que pasar. James, a la vuelta de  aquel viaje, había sospechado algo y había hecho lo imperdonable, según Laura. Espió los mensajes y demás ciberdelitos que atentan contra la intimidad, la de Laura, quien por sorprendente que parezca, se decía capaz de perdonar una infidelidad, pero nunca que le hackearan su jardín secreto. Así pues, traducción Google translator en mano de mensajes en los que Nieves confesaba a sus amigas su perfidia, James le rogó explicaciones; En su lugar, obtuvo lo que no se esperaba, una demanda de divorcio.

 Nieves no quiso saber nada del reparto de bienes, quería solo su libertad. El marinero herido le dio de todas formas cinco mil euros para que ella pudiera volver a su vida de antes, aquella que al parecer añoraba tanto.



 Dark Love
lol@mento




A mi amado RGB, judio y ladròn...

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