TRIBUTO A "MARIA LA GUAPA" por Ana López

Caminaba con la altivez de la que se sabe hermosa con mayúsculas, aunque en su cara también llevaba reflejado el ángel de la dulzura.

Derrochaba creatividad, fantasía y buen estilo por todos los poros de su piel, acompañados de la habilidad y la destreza para desarrollarlos.

Es difícil elegir algo de su físico que destacara sobre el resto pero, si tuviera que elegir, me quedo con sus manos.

Poco frecuente es que unas manos reúnan tanta belleza y destreza como las suyas. Manos bonitas y tiernas que tantas veces oí elogiar por mujeres y hombres, jóvenes y mayores.
Manos hábiles y generosas que vistieron cuerpos hambrientos de gustar, de despertar admiración o envidia, sin importarles el día o la hora en que las solicitaban.
Manos que llenaron bocas necesitadas. Manos incansables, ajenas a un cuerpo grande y poderoso que nunca se quejaba pero que anhelaba descanso. Manos solicitadas por todos en numerosas ocasiones como un cabo de salvación savedores de que nunca recibirían un no por respuesta.

Lo tenía todo para triunfar en la vida. Para llevar una vida buena y llena de amor, grandes emociones, éxitos, admiración…. Pero algo falló. Tal vez le faltó valentía para conseguir todo esto, o le sobró bondad. No lo sé. El caso es que el día que con motivo de las fiestas de un pueblo vecino conoció al único hombre en su vida, su destino estaba escrito. Ya nunca tendría una vida propia, estaba condenada a vivir sólo para los demás.



Autora: Ana M Lòpez


TINOCO CHANEL


Ayer te vi en el plasma. Vi la vida que no viviste, reflejada en la de otra gran mujer creativa, trabajadora, rompedora de moldes y avanzada a su tiempo.

Comenzó su carrera profesional transformando sombreros de paja en obras de arte. Arrancando cortinas improvisaba los vestidos mas favorecedores y sofisticados. Cortaba sus trajes sin patrón dándoles forma en el cuerpo como si de una escultura se tratara. Como tú.
Cuántas veces te hemos visto hacerlo...
Por qué perder el tiempo en sacar el patrón, pasar jaboncillo, hilos flojos, hilvanar... si cuando encontrabas un retal ya lo veías puesto en la escultura elegida.

Lo bueno eran las bodas. Cuando llegaba alguna desplegabas todo tu arte. Recuerdo en la que al mirar la foto familiar todas las prendas, accesorios incluidos, salieron de tu imaginación y tus manos. Daban igual chaquetas, pantalones y cinturones masculinos que tocados, bolsos y forrado de zapatos para nosotras.
Aunque te gustaba fabricar a lo grande, también entrabas en el detalle.
Aquel día me convertiste en Sissí y adornaste las mangas de farol del vestido rosa con numerosos pétalos de raso, quemando uno a uno los hilos para que no se deshilacharan.

Creo que el último despliegue de creatividad en serie fue con los disfraces. Tardabas minutos en imaginarlo y confeccionar el traje. Sombrero, antifaz y todo lo que se te ocurría, puesto que muchos eran disfraces de nada, inventados por ti sin pretender parecerse a otra cosa. Claro que su comodidad y atractivo hacían que ningún año fallara alquilarlos en carnaval.

Pero antes fueron los teatros de colegio o de calle de tus artistas paridos.
Te atrevías con todo. Convertías furgonetas en acogedores hogares ambulantes, o cuando forraste de escay granate, con tachuelas doradas, aquellas cajas de queso de láminas de madera convirtiéndolas en taburetes para un improvisado pub de los años 70 sacado del hueco de la escalera.

No quiero olvidar tus creaciones y tu historia que también es la de una gran mujer, pero que no encontró el mismo camino para desarrollar su arte.

Quién sabe, tal vez alguien de nuestras próximas (o actuales) generaciones sienta algún día tu gusanillo y siga el camino que comenzaste. Seguro que le gustará conocer de dónde le viene.


Ana M. Lèopez

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